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1983

para todos
los públicos

En 1983, el teatro pasó a pertenecer al Ayuntamiento de Donostia-San Sebastián. Por entonces, el edificio había perdido parte de su esplendor: su estado de conservación era pésimo, su maquinaria obsoleta y la programación escasa, a excepción del cine comercial. A eso hay que añadir que el Festival de Cine había perdido la categoría A, que la Quincena Musical ya no programaba ópera, y que una parte de la sociedad le había dado la espalda al teatro.
Paralelamente, se estaba produciendo un relevo generacional en la dirección de los grandes festivales con sede en el Victoria Eugenia. Había ambición y nuevas ideas.

Se recuperaron los locales anexos, se acometió su rehabilitación interior, y se intentó acabar con ciertos "privilegios" adquiridos, para evitar situaciones como la que vivió Robert Altman cuando, en la proyección de una película suya en el Festival de Cine, vio, desde el palco, un patio de butacas rojo rojo, es decir, vacío. ¿La causa? Muchos invitados oficiales no asistían, mientras que los pisos superiores estaban llenos de gente que había pagado su entrada.

Y también se pudo cumplir un viejo sueño: tener una orquesta propia. La Orquesta Sinfónica de Euskadi dio su primer concierto en el Victoria Eugenia durante la Quincena Musical de 1982, suscitando un enorme entusiasmo popular.

La sinfónica permitió dinamizar la vida del viejo teatro con sus temporadas de abono. Además de ofrecer grandes obras de repertorio, recuperó obras musicales de autores vascos, y generó actividades educativas y sinergias con otros colectivos para crear montajes como la ópera infantil 'Erreka-Mari', en colaboración con miembros de Txotxongilo, Teatro Estudio, la escuela Antzerti y el Ballet del Conservatorio Municipal.

Aquella Misa de Coronación

En 1986, Antxón Ayestarán, director del Orfeón donostiarra, falleció en accidente de tráfico. Le sustituyó Jose Antonio Sáinz Alfaro, quien unos meses más tarde estrenaba el último concierto que había preparado su predecesor. Los virtuosos de Moscú, dirigidos por Vladimir Spivakov, con el Orfeón dieron un concierto memorable que terminó con un enorme silencio. Afuera nevaba.